Inmigración en España: salarios

martes, 17 de junio de 2008

Los que me conocéis en persona no hace falta que os leáis esto. Es uno de mis temas clásicos y lo he repetido rozando la pesadez. Ahora me he decidido a compartirlo por escrito.

Observemos el ciclo de vida de una inmigración típica:
- País de origen tercermundista sin recursos. Sin industria. Sin economía.
- Ciudadano tercermundista necesita trabajo. En lo que sea. Necesita suelo. El que sea.
- País de acogida con economía que va viento en popa. Necesita inmigrante.
- En el país de acogida están las empresas, deseosas de contratar a inmigrantes. ¿Por qué? Pues digamos que, mientras nuestro amigo empresario siga manteniendo sus facultades mentales en buen estado de conservación, no tendrá otra preocupación sino la de rentabilizar su negocio. Esto es: subir ganancias, y bajar costes (vamos, lo que haría cualquier particular en su hogar: queremos que nos suban los sueldos, queremos tener más ingresos, pero a la vez pagar menos, buscamos ofertas, y hasta contratamos al fontanero o electricista más barato del mercado en igualdad de condiciones).
En estas condiciones, el que tiene más opciones de ser contratado es sin duda el inmigrante. Venía de una situación en la que no cobraba nada. No le importa ahora que le paguen poco.
- Ahora aparecerá un nuevo personaje. El ciudadano autóctono. Con una carrera (o no) por detrás, con unos hábitos de consumo, con un nivel de comodidad. Vamos, ¡imposible trabajar por 600 euros el mes! Y encima, limpiando escaleras, sí hombre. Pues no, se niega.

Realmente la actitud del ciudadano autóctono surtiría todo el efecto si nadie accediera a trabajar con esos sueldos. Pero.. ¿cómo hacemos que el inmigrante se una a la abstención? Imposible. Primero hay que comer. Bueno pues da igual, que los ciudadanos autóctonos sigan en su abstención, hasta que los empresarios acepten subir los sueldos. Imposible. No se subirá sueldo ninguno mientras haya trabajadores dispuestos a cumplir. Sería ridículo pagarle a un fontanero 90 euros por un servicio que él mismo nos estuviera facturando a 50, salvo que sea por cortesía (!!!!!), o cualquier otra consideración sentimental, lo que no constituye el objeto de las empresas.

El problema es ciertamente complicado y la solución seguramente tiene que pasar primero por una consideración de todas las partes integrantes del problema el uno hacia el otro: Entendamos que el inmigrante o trabajará con ese sueldo miserable o pasará la noche sin cenar. Entendamos que el empresario o recorta sus gastos o cierra el negocio. Entendamos que el autóctono o se abstiene y se rebela para que haya cambios y resultados o tendrá que vivir aceptando lo que haya.

Ésta mi opinión totalmente personal y subjetiva.



Si te ha gustado este artículo ¡compártelo!:

0 comentarios: